Al final he decidido contar la historia de mi parto y mis dificultades con la lactancia materna. Si alguna futura mamá está
leyendo esta entrada queda avisada de que lo que voy a contar, en concreto,
sobre mi experiencia en el parto, no tuvo nada de maravilloso para mí. Lo que
si le quiero transmitir es que la maternidad me ha cambiado la vida y me siento
super dichosa de ser Mamá, lo del parto fue un mero trámite que tuve que pasar
para tener a mi bebé.
Justo cuando iba a cumplir las 40 semanas de embarazo, me
ingresaron para inducirme el parto, porque dijeron que había perdido algo de líquido
amniótico. Eso fue un viernes a las 13h y me informaron que se iba a seguir el
protocolo habitual en estos casos. Es decir, primero me pondrían algo de oxitocina
para ver cómo reaccionaba el bebé y al día siguiente me pondrían unas tiras
vaginales para ablandar el cuello del útero para ver si empezaba a dilatar por
mi cuenta. Si no me ponía de parto, entonces al día siguiente me pondrían de
nuevo otra tira vaginal y, si finalmente no prosperaba, entonces al 4º día de
estar hospitalizada, me pondría oxitocina hasta que pariese.
Lo que pasó es que no me puse de parto y el lunes por la
mañana empezaron a meterme oxitocina por un tubo (nunca mejor dicho!) hasta que
a las 22h la ginecóloga, que me revisó esta última vez, me dijo que me había
estancado en 8 cm
y que esa cabeza no iba a salir por ahí. Durante estas 13 horas estuve
acompañada en todo momento por mi pareja que me ayudó muchísimo (no os podéis
ni imaginar cuánto) a llevar mejor el trance. Entonces me llevaron a quirófano
para practicarme una cesárea y me inyectaron otra vez anestesia epidural pero,
cuando estaban a punto de rajarme, me di cuenta de que estaba sintiendo las
contracciones de nuevo, así que se lo comuniqué al personal y me dijeron que
entonces tendrían que ponerme anestesia general. Así que, no me enteré de nada
y cuando me desperté por primera vez sentí la carilla de mi bebé contra mi cara
y como estaba tan adormilada no pude ni reaccionar y me volví a dormir. La
segunda vez que ví a mi bebé me estaban llevando en camilla para reanimación y
mi pareja lo tenía en brazos y, con una sonrisa de oreja a oreja, me lo
mostraba para que pudiera ver lo hermoso que era.
Estuve hasta las 4 de la madrugada en reanimación,
desesperada por llegar a la habitación y ver, tocar y sentir a mi bebé. Os
confieso que fue el día más duro y más largo de mi vida pero, a pesar de ello,
lo volvería a repetir cien veces si fuese necesario para tener a mi hijo a mi
lado.
Durante mi estancia en reanimación, mi pareja estuvo todo el tiempo con nuestro bebé. Yo le había contado en el embarazo la importancia de hacer el "piel con piel" al recién nacido y él, sólo en la sala postparto, no se lo pensó 2 veces y decidió quitarse la camiseta y ponérselo en el pecho. Lo que no se esperaba es que nuestro pequeño se pusiese a escalar por los pelos de su pecho. Tuvo que quitarle varios pelos que se le quedaron enredados en sus manecillas así que, viendo lo sucedido, decidió ponerlo de nuevo en la cuna térmica. A mí me lo contó después, cuando llegué a la habitación, y aluciné. Me dijo que fue muy especial para él, que sintió una ternura increíble cuando lo tenía en sus brazos y que fue la cosa más increíble que le había pasado en la vida.
Cuando llegué a la habitación, allí estaba, en su cunita,
durmiendo plácidamente. Así estuvo lo que quedó de noche y casi todo lo que
duró el día posterior a su nacimiento. En cuanto pude me lo puse al pecho pero
estaba profundamente dormido. Además, como tengo los pezones planos, sabía que
podía tener alguna dificultad, así que llamamos a la enfermera para que me
ayudase y me diese algunos consejos. Ella estuvo estimulando mis pezones pero
nada, se metían para adentro en vez de salir hace fuera y, a pesar de
intentarlo varias veces en la madrugada, mi bebé no quiso mamar. Pasé toda la
noche sin pegar ojo, observándolo todo el tiempo, oyendo su respiración, y por
la mañana, lo volví a intentar con la ayuda de mi pareja, pero tampoco quería,
así que volvimos a llamar a una enfermera para que me ayudase y nada. Al cabo
de varias intentonas, incluso con unas pezoneras que me compré por si esto
pasaba, le dimos un biberón de los que me facilitaron en el Hospital y eso si
que lo cogió rápido.
Durante los días que estuve hospitalizada seguí poniéndomelo
al pecho pero siempre lloraba y no chupaba y, después de unos minutos, le daba
un biberón. Allí mismo tuve la subida de leche por lo que, al no mamar mi bebé,
me dio fiebre y el pecho se me puso supercongestionado. Una enfermera me dijo
que si no me sacaba esa leche ya, me iba a dar una mastitis y que había un
sacaleches que podía usar pero que no se esterilizaba por lo que tenía que
tirar lo extraído. Y así lo hice varias veces durante el día e incluso la noche
en un cuartito que tenían en el hospital. Era un sacaleches eléctrico de Medela
de uso hospitalario que permite extraerte de los dos pechos a la vez. Cuando
salí del hospital fui directamente a una Farmacia y me compré el extractor
eléctrico modelo Swing de Medela con la idea de seguir extrayéndome la leche y
dársela a mi bebé en un biberón.
Al principio no sacaba suficiente para una lactancia en exclusiva
así que lo compaginaba con algunos biberones de fórmula. No obstante, conforme
iban pasando los días y más me extraía, más producía pero no lo suficiente y tuve
que seguir con la lactancia mixta. Menos mal que mi pareja tuvo, además del
permiso de paternidad, un mes de vacaciones porque, sin su apoyo y ayuda, no hubiese
podido atender al bebé el tiempo que duraba cada extración.
Yo de todas maneras, en mi empeño por darle de mamar, me
ponía al pecho de vez en cuando y
conseguí en 2 ocasiones que succionara durante un minuto más o menos pero luego
se apartaba y lloraba hasta que lo dejaba tranquilo. Para mí fueron muy
emocionantes esos 2 momentos. Cuando a los 4 meses, le salió el primer diente,
desistí ;)
Pasaron los meses y llegué incluso a conseguir 200 ml por
extracción así que reduje a solo tres veces al día el ponerme “el aparatito”. Y
es que, a pesar de que mi hermana venía a quedarse con mi bebé por las mañanas mientras
lo hacía y mi pareja el resto del tiempo, me suponía estar más de 3 horas al
día sentada en una silla conectada al extractor. Además, aunque me acostumbré a
él y me resultaba cómodo su uso (aprovechando esos momentos para conectarme a
Internet), mis cervicales empezaron a resentirse bastante.
A esto se le sumó que hace algo más de un mes tuve una
tendinitis en la muñeca izquierda (según el médico es muy habitual en las
madres) que me dificultaba bastante mi labor, por lo que, al estar menos tiempo,
conseguía menos cantidad. A día de hoy, sólo me extraigo, una vez por la mañana
y otra por la noche, y obtengo entre 150 y 180 ml en total.
Mañana mi bebé cumplirá 8 meses y medio practicando durante todo
este tiempo la lactancia materna diferida y, me estoy pensando seriamente si
dejar o no la lactancia materna. Me está siendo muy difícil tomar esta
decisión. Muchas veces me digo, “ya he cumplido mi sueño de darle el pecho a mi
hijo aunque no sea mamando y tenga que usar un biberón”. Yo me siento muy
orgullosa de que, por mi tozudez, haya conseguido llegar hasta aquí. Otras
veces pienso que soy muy afortunada ya que muchas mujeres, aún deseándolo, no
han conseguido instaurar la lactancia. También en ocasiones me pregunto que, ¿y
si hubiese estado mejor asesorada? ¿y si hubiese ido a un grupo de apoyo a la
lactancia? ¿y si hubiese insistido con las pezoneras? ¿y si…? Pero mi historia
con la lactancia ha sido así y aun así, me alegro muchísimo de haber llegado
hasta aquí.
Y vosotras ¿qué haríais en mi lugar?
¿A alguien le ha pasado
algo similar?
Espero ansiosa vuestros comentarios.